La religiosa. Denis Diderot



Título original: La religieuse
Traducción: Alberto Hanf
Editorial: AKAL
Colección:
Fecha: 2008
páginas: 240
ISBN: 9788446038023

Denis Diderot se quedó relegado en el baúl de los recuerdos junto a los libros de texto del bachiller y allí sigue, eso sí,  asociado a la famosa Enciclopedia y adscrito al grupo de agitadores o activistas que movieron a la opinión pública del siglo XVIII en lo que se denominó la Ilustración y que más tarde desembocaría en la revolución Francesa. Pero toda esta movida, que no es poca, ha hecho que pasara desapercibida su faceta como escritor lo que por cierto no  hace nada mal. Y ahí, en ese campo,  aparece un texto apreciable, La religiosa, novela corta pero intensa en la  que, practicando la crítica acerada que acostumbraba, se dedica a reprobar de forma ácida y demoledora  la obscuridad impuesta por la Iglesia y los flagelos cotidianos y las maldades que se practicaban en los llamados conventos por no decir cárceles, al tiempo que hace un profundo alegato sobre la libertad individual. Aspectos todos ellos que salvando las distancias y atendiendo los cambios habidos en la sociedad siguen siendo objeto de discusión hoy día.
Los padres de Suzanne Simonin con una sangre fría vergonzante  se han gastado todos sus posibles en dotar  convenientemente a sus dos hijas mayores como fórmula impecable que las haga dignas de un matrimonio adecuado. Fina venganza practicada sobre la tercera de las hijas al ser sospechosa de no tener el ADN paterno, por lo que el desliz de su madre  la condena a tener que disfrutar  de las mieles del convento el resto de sus días. Suzanne no está por la labor pues su sentimiento religioso no tiene la intensidad requerida para la vida monacal y luchará sin descanso para salir del enclaustramiento. El paso por tres conventos  sirve para describir los diversos métodos que tenían las abadesas y sus congregaciones para que, víctimas del alejamiento mundano, destruir la voluntad de las novicias.
Suzanne escribe una carta a quien se supone que le va a ayudar y para ello relata con frialdad paso a paso cómo se ha desarrollado su vida desde que tuvo que entrar en el convento y vérselas obligada con una vida que no estaba dispuesta a aceptar pero que a la que no tenía alternativa alguna. Cuenta cómo fue el auténtico, despiadado y  vergonzoso víacrucis que sufrió en su recorrido por los tres conventos en los que fue novicia. Encarna una de las figuras trágicas femeninas de la historia de la literatura sin la repercusión de otras muchas que han recibido una publicidad apabullante,  una mujer cuya vida depende siempre de terceros, que nunca ha podido hacer valer su voluntad pero que se mantiene siempre fiel a sí misma, mientras que la parafernalia de la religión, el tan cacareado ocultismo que ha practicado siempre la práctica religiosa tratan de destruir cualquier resistencia bajo el paraguas de la bondad y la creencia en Dios.
Es diáfano que Diderot no entra a valorar la religión y sus creencias sino que pone en pantalla la pesadilla orquestada por las numerosas congregaciones religiosas para someter a los enclaustrados sirviéndose de cualquier elemento físico o moral que sea capaz de destruir al ser que se resiste. Abundan los castigos, penitencias, alimentación  escasa, vigilias, el infierno e incluso el abuso de prácticas sexuales, el desprecio del resto de la congregación todo ello orquestado por una superiora que ostenta y no duda en ejercer todo el poder sobre las personas a su cargo. Todo una poderosa imagen del fanatismo más irracional en el que se desenvuelve la vida religiosa de la época.
De esta forma se cumple el propósito de autor de llamar la atención de una opinión pública dormida o más bien desinteresada en conocer lo que pasa no solo en los conventos sino  allí donde reside el poder y por último retrata con precisión la sensibilidad de un alma dispuesta a cumplir con todo lo que se le  impone en su camino, a aceptar el martirio que le supone la vida conventual en tanto su espíritu rebelde del que no renunciará nunca jamás encuentra la manera de poder ejercer lo que su libertad individual de demanda, algo que tampoco tiene nada claro esa sociedad que vive aprisionada en el absolutismo de la corte. Un aspecto particular de la sociedad que encaja perfectamente en la actividad de Diderot para abrir los ojos de sus paisanos con el objetivo claro de destruir la ignorancia de la ciudadanía.
La carta que escribe Suzanne es todo un análisis psicológico del alma femenina, un ejercicio detallado de la sensibilidad de una mujer que practica una exploración de lo íntimo con fuerza y credibilidad, que acosada aún sin límite prima la pasión de un espíritu joven e ingenuo que no cejará en sus intentos de recobrar la libertad aunque tenga que soportar toda la  violencia implícita en el ambiente monacal que esconde las sibilinas formas de destrucción.
No escapa esta obra a la tentación de encuadrarla en la lucha que las mujeres llevan realizando a lo largo de los tiempos en busca de un reconocimiento de igualdad que todavía sigue siendo objetivo prioritario hoy en día y recuerda a Diderot como uno de sus defensores. Ni tampoco podremos decir que el mundo  ha cambiado tanto como nos parece pues realmente sigue siendo titular de primera línea, hoy en día, la lucha continua contra la dominación del ser humano mediante el ejercicio de dogmas, creencias, populismos y demás politiqueos.

Denis Diderot. Nacido el cinco de octubre de 1713 en Langres y falleció el treinta y uno de julio de 1784 en París. Estudió leyes en la Sorbonne. Involucrado en las diferentes ramas de la ciencia: química, física, matemáticas, historia natural, medicina. Escritor y filósofo, su actitud crítica, sus conocimientos y su ideario filosófico lo pusieron con frecuencia enfrente del poder establecido lo que le valió ser objeto de una represión continuada. Junto con D’Alambert fuero los impulsores de la Enciclopedia y es considerado uno de los impulsores de la Ilustración.

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